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Mostrando entradas de 2017

En primera persona: Libérate de toda culpa

Hola. Las batallas internas son las más violentas, y en consecuencia son las más peligrosas. Perder el control de la mente es algo aterrador, darnos cuenta de cómo la línea de pensamiento es un completo caos resulta cualquier cosa menos alentador. Día a día, en silencio, resistir avalanchas de pensamientos e ideas negativas y autodestructivas consume muchísima energía, genera angustia, lesiona el autoestima y hace que vayamos perdiendo nuestra paz. Nadie merece vivir con la angustia de saberse incapaz de controlar su nivel de ansiedad, pero más allá de eso, nadie merece vivir con la culpa resultante. Hace unas noches, en uno de esos días en que la ansiedad me impedía llegar a los ascensores de mi edificio, me desperté en la madrugada porque podría jurar que alguien me dijo al oído: "libérate de toda culpa, no tienes que seguir cargando con eso, suéltalo". Mi mente extremadamente racional me indica que fue un sueño, algo de mi disparatada imaginación. No obstante, sé que

Ahora voy entendiendo...

Hola. Eso de andar por la vida con el corazón roto no es cuestión de elección, la sensación de insatisfacción es tan molesta que si pudiéramos evitar exponernos a ella, seríamos felices, plenos y dichosos. El asunto es que no podemos. En ocasiones, las cosas no salen como creíamos que lo harían, y es en ese momento cuando las expectativas puestas sobre otros se vuelven un problema. Esperar algo de los demás, se comunique o no, sea razonable o no, es tan natural y humano que roza lo cotidiano. A partir de un par de recientes experiencias sobre las que no voy a profundizar (para eso está mi psicoterapeuta), he identificado empíricamente las razones por las cuales atravesamos momentos de tristeza, decepción, rabia, miedo y frustración: 1. Tengo algo que aprender, 2. Tengo algo que soltar, 3. Hay alguien a quien perdonar, 4. Tengo que seguir adelante, aunque me sienta muy cómodo donde estoy; 5. O un mix de todas las anteriores. En lo personal, me tomó casi un par de años convencerme que de

Relatos cotidianos: las difusas enseñanzas de la muerte.

Hola. Rosa Virginia perdió dos de sus tres hijos por esa manifestación antropológica de naturaleza primitiva llamada violencia. En momentos diferentes, sintió en primera persona eso que mucha gente repite -sin estar muy seguros de su significado: la muerte de un hijo no se supera jamás, tan sólo se vuelve tolerable. Tolerar. Soportar. Permitir, aunque no guste. Hay quienes se llenan de rabia y rencor. Hay quienes prefieren olvidar. Otros, deciden morir en vida. Rosa Virginia decidió seguir, en sus términos. Trabajando y, sobre todo, disimulando. Una visita semanal a la peluquería la haría ver una mujer completa, alejada de la devastación personal que la tragedia lleva implícita, ¿no es así?... Se entregó a su trabajo, a su comunidad, a su hijo. Quizás allí sentía alivio, sintiéndose útil. O quizás era lo necesario para no pensar. Y fue en ese no querer pensar, en ese no permitirse sentir, que Rosa Virginia se volvió permisiva ante la muerte. Dicen que lo "normal" es que los h

I believe I sold my soul to The Devil - PREAMBLE

I woke up and everything was so white. I was in a black tie suit. Why? Didn't I die? What am I doing here? What is this? And then, the sound. An alarming sound, in countdown with the coldest voice I've ever heard in my entire life. "Ten". "Nine". My heart started its increase beating to the roof. I started to sweat. "Eight". "Seven". Something's not right. If I died, why am I sweating? "Six". And most important: why is my heart still beating? "Four". What happened with "five"? I don't understand... "Three". "Two". What the hell am I supposed to do? "One". "Now: run". Run to where? Why? As I turned my head, I understand why I ough to. Do you remember when you were a child, and afraid of the monsters under the bed? Did you ever picture how they'd look like? Were they scary? These were worst than that. It seemed lik

El día que la ansiedad le robó el aire que podía respirar

Hola. Ismael era el tipo de hombre que no se permitía fallar. En silencio y con mucha discreción, se exigía mucho más de lo que otros podían siquiera imaginar, porque muy en el fondo siempre tenía miedo a fallar. No obstante, había logrado desarrollar un talento innato: fingir estar bien y hacerle creer a los demás que siempre tenía el control. Era tan bueno en ello, que algunos llegaron a decirle que irradiaba paz. ¿Paz? ¿Qué puede ser paz cuando tu mente está dominada por ruidos y voces que te dicen en todo momento que no puedes, que no eres, que jamás podrás y, naturalmente, que jamás serás? ¿Cómo no tener miedo si el enemigo eres tú mismo? Cuando se convirtió en adulto, se dio cuenta que sólo quería dos cosas: ser una buena persona, como lo eran sus padres y para lo que había sido educado; y alguien que lo abrazara en las noches, cuando dormido, se sobresaltaba de tal forma que a veces se despertaba agitado, llorando y sintiéndose culpable. Pobre Ismael, no sabía que estaba pidiend

Relatos cotidianos: Un día cualquiera - Parte II

¿Cómo dejó que esto ocurriera? ¿No se suponía que éramos las mejores amigas?, pensaba, mientras dejaba que su mirada recorriera el lugar donde estaba. ¿Por quien lloraba desconsolada esa mujer?, se preguntaba. ¿Estaba sola? ¿Nadie la acompañaba? Debía ser algo grave, nadie puede llorar de esa manera a menos que la seguridad de la muerte la haya arropado. Se veía humilde, lucía cansada. Pero allí estaba, llorando y recostada de esa pared de dudosa suciedad. Del otro lado, un señor en una camilla, semi desnudo. No parecía tener algo grave, sonreía y veía a quienes le rodeaban con cariño. Quizás estaba muy delgado, huesudo, pero no parecía estar sufriendo mucho. Seguramente morirá de un momento a otro. Así son esas cosas: parecen mejorar y la esperanza reconforta a todos, pero luego la inevitable muerte se hace cargo. Debo dejar de pensar en la muerte. Ya es demasiado con tener que caer aquí, en este... ¿Es usted la mamá?, preguntó el médico. Sí, lo soy. ¿Cómo está mi...? Est