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Mostrando entradas de abril, 2017

Relatos cotidianos: las difusas enseñanzas de la muerte.

Hola. Rosa Virginia perdió dos de sus tres hijos por esa manifestación antropológica de naturaleza primitiva llamada violencia. En momentos diferentes, sintió en primera persona eso que mucha gente repite -sin estar muy seguros de su significado: la muerte de un hijo no se supera jamás, tan sólo se vuelve tolerable. Tolerar. Soportar. Permitir, aunque no guste. Hay quienes se llenan de rabia y rencor. Hay quienes prefieren olvidar. Otros, deciden morir en vida. Rosa Virginia decidió seguir, en sus términos. Trabajando y, sobre todo, disimulando. Una visita semanal a la peluquería la haría ver una mujer completa, alejada de la devastación personal que la tragedia lleva implícita, ¿no es así?... Se entregó a su trabajo, a su comunidad, a su hijo. Quizás allí sentía alivio, sintiéndose útil. O quizás era lo necesario para no pensar. Y fue en ese no querer pensar, en ese no permitirse sentir, que Rosa Virginia se volvió permisiva ante la muerte. Dicen que lo "normal" es que los h

I believe I sold my soul to The Devil - PREAMBLE

I woke up and everything was so white. I was in a black tie suit. Why? Didn't I die? What am I doing here? What is this? And then, the sound. An alarming sound, in countdown with the coldest voice I've ever heard in my entire life. "Ten". "Nine". My heart started its increase beating to the roof. I started to sweat. "Eight". "Seven". Something's not right. If I died, why am I sweating? "Six". And most important: why is my heart still beating? "Four". What happened with "five"? I don't understand... "Three". "Two". What the hell am I supposed to do? "One". "Now: run". Run to where? Why? As I turned my head, I understand why I ough to. Do you remember when you were a child, and afraid of the monsters under the bed? Did you ever picture how they'd look like? Were they scary? These were worst than that. It seemed lik

El día que la ansiedad le robó el aire que podía respirar

Hola. Ismael era el tipo de hombre que no se permitía fallar. En silencio y con mucha discreción, se exigía mucho más de lo que otros podían siquiera imaginar, porque muy en el fondo siempre tenía miedo a fallar. No obstante, había logrado desarrollar un talento innato: fingir estar bien y hacerle creer a los demás que siempre tenía el control. Era tan bueno en ello, que algunos llegaron a decirle que irradiaba paz. ¿Paz? ¿Qué puede ser paz cuando tu mente está dominada por ruidos y voces que te dicen en todo momento que no puedes, que no eres, que jamás podrás y, naturalmente, que jamás serás? ¿Cómo no tener miedo si el enemigo eres tú mismo? Cuando se convirtió en adulto, se dio cuenta que sólo quería dos cosas: ser una buena persona, como lo eran sus padres y para lo que había sido educado; y alguien que lo abrazara en las noches, cuando dormido, se sobresaltaba de tal forma que a veces se despertaba agitado, llorando y sintiéndose culpable. Pobre Ismael, no sabía que estaba pidiend