La primera vez, otra vez...

Hola.

Abrí este blog hace bastante tiempo, pero por alguna
razón nunca le dí importancia. Creo que fue una de esas cosas irreflexivas que suelo hacer. Así soy: un poco inmaduro, irracional a ratos, temperamental, contradictorio y políticamente incorrecto. A pesar de ello, procuro ser una buena persona. Quizás esa es mi principal meta: llegar a ser una buena persona. Suena fácil, ¿verdad?

Hace unos días hice algo que, para variar, me aleja cada vez más de mi objetivo humanista en este mundo. Le hice daño a alguien que me importaba muchísimo, aún me sigue importando. No es la primera vez que lo hago. He identificado una tendencia
nefasta a sabotear mis relaciones, sean afectivas o amistosas. No sé por qué, y eso es lo que más me aterra. Luego de pasar por todas las fases características de la culpa (letargo, negación, auto proclamación como el ser más despreciable del planeta y, por último, aceptación), siento una necesidad de descargar ese peso incómodo que me acompaña a todas partes. El asunto es que no sé cómo hacerlo. Quizás por eso estoy retomando este blog, para ver si entre todas las loqueras que escribo empiezo a obtener respuestas para las múltiples dudas que surgen. Aunque pensándolo mejor, quizás no busco respuestas. Quizás busco paz.

¿Por qué nos cuesta tanto rectificar? ¿Será que en realidad no nos gusta aceptar que cometemos errores? ¿No es eso lo que nos define como seres humanos: nuestra increíble capacidad de meter la pata? Estas cosas me hacen pensar. Si somos imagen y semejanza de Dios, como dicen por allí, entonces Él se equivoca a menudo. ¿Existiría la posibilidad que seamos errores? ¿Qué pasaría si un día nos damos cuenta que no somos ni hijos predilectos ni hijos pródigos, sólo errores? Un peloncito, como diría. Ovejas descarriadas que escaparon de las manos de su pastor cuando, por equivocación, las sacó de sus corrales. Sería desconcertante, aún más. Pero volviendo al punto, reconocernos como mortales que nos equivocamos una y otra vez no es sencillo, porque venimos con un dispositivo de fábrica que nos frena (cual ABS) cuando vamos en esa dirección: el orgullo. En ocasiones, confundo orgullo con dignidad. Se me hace difícil visualizar la frontera entre ellos. Creo que a muchas personas le sucede lo mismo. Terminamos siendo más orgullosos y menos dignos de lo que deberíamos. De ello me convencí hace un par de días, cuando vi a una compañera de trabajo (orgullosa profesora de la Universidad Central de Venezuela) desestimando y desechando el criterio de un grupo de estudiantes, con más soberbia que razón. Y fue en ese momento que recordé lo que quería ser, y también me asusté casi hasta la muerte cuando me dí cuenta que estoy caminando en la dirección opuesta. No quiero ser así, no quiero llenarme de esa soberbia que lo invade y carcome todo, como La Nada en La Historia Sin Fin.

Sé que ésto no va a lograr que recupere el cariño y la confianza de ese gran amigo que perdí (por cierto, se llama Albert, conocido en los bajos fondos como "El Pequeñín"). No espero que suceda, o más bien no quiero esperar eso. Sólo estoy haciendo un ejercicio personal de expiación.

Hasta el próximo post. Gracias por tomarte el tiempo en leer.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Nos cuesta rectificar, porque solemos creer siempre que tenemos la razon y muchas veces no tenemos la humildad para reconocer que no es asi. Tal vez también porque tenemos la esperanza de que sucedan las cosas como creemos que sucederá y nuestro orgullo no nos permite ver atrás. Esa es un poco mi experiencia.
Justiniano ha dicho que…
oh! :-O .....
Creo que a estas alturas está de más escribir esto: yo no te culpo de nada y nunca lo hice, siempre entendí que tu reacción fue la consecuencia natural de algo que yo te hice (de forma inocente pero lo hice) y que te hizo sentir herido. Por lo demás me gusta como escribes, lo haces bastante bien, además te ayuda a ponerle cotos a tus pensamientos de una forma sana, otros recurren a vicios que pueden ser de lo más variados desde drogas hasta vídeo juegos, otros simplemente se hacen los locos no pasan por la vida sino que por el contrario la vida pasa por ellos. Vivimos en un mundo bastante ruidoso y acelerado, los que de verdad lo vivimos y lo sentimos como algo ajeno a nosotros, no podemos evitar sentirnos embargados por pensamientos que intentan comprender algo a lo que nuestra lengua (y cualquier otra lengua culta) no puede acceder, algo caótico.
Mouzza Torres ha dicho que…
Cuando comencé a leer solo te imaginaba, luego me empecé a reflejar en el recorrido de la lectura. Somos reflejo de la vida, de los tropiezos, de los aprendizajes y hasta de los duros golpes.

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