Relatos cotidianos: Un día cualquiera

Hola.

Ismael salió de esa oficina con demasiado ruido en su mente, más del usual. Sentía que, de un momento a otro, perderia el control y tendría uno de esos ataques de pánico de antaño. En medio de la ansiedad, la confusión y el miedo, reconoció una voz y un mensaje que durante meses había intentado acallar, pero que continuaba insistiendo: "tienes que huir!" Y fue entonces cuando el estupor de la revelación lo paralizó, allí, en medio del estrecho pasillo que conducía a la salida, reconociendo exactamente lo debía hacer: huir de todo aquello y alejarse de quienes consumieron su energía y atentaron contra su alma.

"En ocasiones, lo más valiente que puedes hacer es sólo huir", susurró.

Por primera vez en mucho tiempo, sonrió de forma auténtica, quizás no de completa felicidad, pero sí con infinito alivio. Devolvió un saludo ingenuo que le había hecho alguien que pasó por su lado -sólo él sabía lo determinante del momento-, con ese brillo especial que la esperanza le otorga a la mirada de quienes abraza.

Y así, el ruido poco a poco perdió volumen, cuando su alma y su mente empezaron a reconciliarse.

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"No voy a llegar a tiempo", se repetía Gabriel una y otra vez. Eran las 6:30 de la tarde, y él aún en el trabajo. Su jefe no le daba mayor importancia a los reclamos que le hacía, a pesar que llevaba meses recordándole que precisamente ese día iba a casarse. ¿Unas actas certificadas no pueden esperar hasta el lunes?

Apenas terminó de sellar los últimos documentos que tenía, tomó su bolso y corrió por el pasillo, casi atropellando a todos los que encontró a su paso: un señor de limpieza demasiado agotado para reclamar algo, un director que estaba bastante atravesado y a quien apenas logró saludar, y una de las secretarias. Mientras manejaba, veía la foto de quien sería su compañera de vida, y no pudo evitar pensar que una vida quizás era demasiado tiempo. ¿Estaba él hecho para esa clase de compromisos, a tan largo plazo? ¿Qué pasaría si la convivencia erosionaba eso que sentían? ¿Era eso amor? Y si lo era, ¿sería suficiente? Entonces entendió que no importaba cuánto tiempo duraba el noviazgo: dos años, quince días, tres meses, da lo mismo. La incertidumbre siempre estará allí, alimentada por el temor al fracaso, a hacer las cosas de forma incorrecta, a estar con la persona equivocada. A ser la persona equivocada. ¿Por qué, justo ahora, tenía estas ideas en la cabeza?

7:04pm

Aún faltan dos horas para la ceremonia, pequeña, sólo con la familia y un reducido grupo de amigos.

Él era un hombre apegado a las decisiones que tomaba, y ésta era una de las más importantes. Quizás en algún momento pensó que su vida tomaría otro rumbo, pero ya no. Recordó ese listado que había hecho de las razones por las cuales se había enamorado, y sonrió satisfecho.

9:43pm

Si existen razones para enamorarse, ¿entonces existen razones para dejar de hacerlo?

Acepto.

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Necesitaba un cigarrillo, pero se contenía porque ella le había prometido a su hija que dejaría de fumar. Además, una sala de emergencias no es el lugar más adecuado para regresar a los vicios de siempre, así como tampoco para romper promesas.

Continuará...

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