Y, así, me encontré frente a un discurso ya escuchado, una conversación ya sostenida. Los rostros, las miradas y los cuerpos son distintos, pero el miedo es el mismo. Y no puedo sino escuchar, ver y callar. Yo también estuve allí, hace muchos años, enfrentándome a una de esas decisiones determinantes: ser feliz, o ser lo que otros esperan que sea. Yo elegí vivir. Las circunstancias eran -y son- distintas, nuestros contextos son diferentes. "No puedes salvar a nadie más que a ti mismo", me repito. En esta ocasión, la experiencia se siente distinta. No hay decepción. No puedes decepcionarte de algo -o alguien- cuando sabes que acabará de esta forma. Siento compasión. Sé que eligió mal, pero él no puede verlo en este momento. También sé que en unos años se arrepentirá, quizás cuando se dé cuenta que no se puede vivir a través de los otros. Pretender cumplir las expectativas de los demás es la mejor forma para perderse uno mismo. Uno nunca deja de querer, el sentimiento solo se a...